Que alegría me lleve el otro día en el Brasil-Holanda. La remontada del equipo "oranje", así lo escriben los holandeses, se me antojaba imposible pero lo hicieron. Sneijder, Robben, Van Persie y una defensa brutal ahogaron el “jogo bonito” de Brasil, convitiendo, en la segunda parte, el 0-1 adverso en un 2-1 final. Brasil pa casa y Holanda justo semifinalista.
A este aficionado de la foto lo conozco yo. Al del tanque no, al del bigote. El de la izquierda. Gran aficionado al futbol y a la música, es asiduo tanto a competiciones deportivas como a festivales musicales..
No es la primera vez que aparece en una pantalla. La otra vez que lo ví también fue de forma no voluntaria. Fue cazado, por las cámaras de seguridad de un centro comercial, “dándolo todo” que diría un amigo. Y es que a él le gusta mucho la música, penetra por los poros de su piel y siente unas irrefrenables ganas de bailar que, usualmente, no se reprime. Vergüenza poca.
Me gustaría hacer un comentario sobre la afición holandesa. En el estadio Port Elizabeth, donde se jugó el partido, los aficionados holandeses llevaban una especie de instrumento de viento, parecido en forma pero no en efecto a las conocidas vuvuzelas. Esta falsa vuvuzela se la llevaban a los labios y, en lugar del ensorcedor sonido, lanzaban al aire un humo denso. Los aficionados parecían alegres y relajados animados a su equipo y quizá eso les dió tranquilidad a los jugadores de su selección nacional.
O quizá, en el descanso entre las dos partes, los jugadores brasileños fueron invitados a tocar estas “vuvuzelas” y, por eso, salieron tan tan relajados. Podría ser.
